Segunda espiral reflexiva: reflexión sobre la práctica

El curso en general dejó algunas cuestiones que se podían prever, así como otras nuevas. Inicialmente, de manera equivalente a propuestas anteriores, se encontraron distintas modalidades de participación, docentes comprometidos de inicio a fin, merodeadores y otros participantes semi-involucrados. El compromiso y el involucramiento de los participantes superó ampliamente las expectativas. Existieron componentes de entrega muy fuertes. A la vez que se generaron intercambios de colegas de la misma universidad, de distintas zonas geográficas y disciplinas, fue contundente la horizontalidad en el diálogo, permitiendo un aprendizaje colectivo muy enriquecedor. Se buscó en este contexto qué podía aportar cada docente. Se lograron espacios de confianza para el diálogo, y recuperar algunos rituales que teníamos en la presencialidad: aplaudirse, hacer una pausa, conmoverse, conversar en los pasillos digitales. No solo se necesitaba aprender a rediseñar, sino que había una necesidad de escucha, compartir y acompañarse, en un contexto en donde fueron indisociables las necesidades como ser humano y de salud, del desarrollo cognitivo, mental y cultural. Es en estos procesos que se encontraron mecanismos de generación de resiliencia.

El componente de diálogo en el contexto grupal, enfatizado de diversas maneras por los docentes, fue señalado como un elemento que aportaba, no ya desde los saberes o las prácticas académicas, sino desde el fortalecimiento de los lazos y el sentimiento de comunidad. A continuación, se presentan algunos comentarios percibidos durante el curso. Docente 1: "Generar ámbitos de confianza, no jerarquizados, multidisciplinarios, que permitan crecer sin límites". Esto se suma al sostenido énfasis en la importancia de los intercambios. Docente 2: "Yo la verdad que buscaba un espacio de reflexión y un espacio para poder sistematizar una serie de experiencias que uno trae. y las herramientas de este curso están a ese nivel. Y además el poder tener un espacio dentro de la universidad con la gente que realmente está metiendo cabeza y esfuerzo y laburo en tratar de sacar adelante la tarea de la enseñanza..."

En cuanto al perfil de los participantes, estos resultaron ser muy entusiastas, abiertos e innovadores en general; muchos de ellos fueron los referentes locales para el rediseño hacia la ERE. Estos docentes buscaban además multiplicar la experiencia a la interna de su equipo. El curso se diseñó sobre la base del anterior, sin embargo, ahora se contaban tanto con la experiencia de 2020 como también con más tiempo para trabajar en los distintos temas.
Se lograron identificar cuestiones relevantes para incluir y considerar. La propuesta fue lo suficientemente abierta como para que surgieran emergentes y se pudiera trabajar con las necesidades y sugerencias de los participantes. Inicialmente, se preveía abordar cuestiones vinculadas con la integración de tecnologías, sin embargo, iniciado el diálogo, aparecieron temas para integrarse en la agenda de la comunidad como: educación superior, pedagogía y didáctica, innovación educativa, y el rol de la institución en el apoyo a la enseñanza como función docente, opacada en general con la función de investigación.

Muchas problemáticas siguen vigentes, la numerosidad y masividad, la problemática en torno a la evaluación de los aprendizajes. Si bien algunas de estas no son nuevas, la diferencia es que ahora se ha puesto una mirada distinta, una mirada de reflexión sobre el rol docente. Esto implicó una demanda elevada, no obstante, permitió aprender de la interacción y propuso elementos de espontaneidad a las distintas actividades.

El trabajo en la CAPA fortaleció el perfil del profesional docente que articula en su labor distintas funciones universitarias. Es frecuente trabajar aislados, ahora bien, en este curso se dio todo lo contrario; se generó un compartir abierto y sincero. El proceso en la CAPA fue genuino y espontáneo, y con características que lo posibilitaron como un trabajo colaborativo exitoso: con generosidad, empatía, compromiso, y una gran diversidad disciplinar entre los participantes.

Volviendo al concepto referido al principio, la resiliencia, y ponderando todo el proceso a la luz de su significado, se podría adelantar que la resiliencia, como concepto aplicado a las personas, depende de sus estrategias, saberes y competencias para enfrentar los desafíos específicos. Sin duda, incrementar estos recursos aporta en las personas su capacidad de dar respuesta. Pero, por otro lado, el componente que claramente surge una y otra vez es la fortaleza de la comunidad como recursos de todos, no solo en tanto capital humano, sino también como ámbito, como entorno que sostiene a partir del cual superar el aislamiento y concebir soluciones de forma colaborativa. Ese ámbito de confianza al cual se refieren es ese espacio de reflexión del que se comenta, dado por la posibilidad de trabajar en la CAPA, parece trascender el rol educativo, concretamente y aportar allí, donde los reclamos a la institución se hacen sentir, donde se admite la vulnerabilidad y se aprecia el aporte de los demás. Parecería ser un buen punto de partida para pensar la resiliencia más allá de los individuos, aplicable a las comunidades académicas como componente fundamental de los sistemas educativos. 

El proceso de formación permitió profundos aprendizajes, desde concebir al curso como trabajo de campo de estudios de doctorado, hasta la propia reflexión sobre las prácticas docentes a partir de las diversas discusiones y reflexiones originadas en los espacios de trabajo colectivo. Se destaca la manera en que se interpela la relación con el espacio que se le da a cada estudiante y en qué medida se promueve su participación. Se concibe la experiencia como una oportunidad inmejorable de aprendizaje de cara al futuro, y se toma con la responsabilidad que merece.

Además de los aprendizajes que se lograron con la experiencia, se deben considerar los desafíos a futuro para la Universidad Digital. La Udelar, como institución con una larga trayectoria y una tradición académica muy fuerte, puede actualizarse de cara a la educación superior del futuro. La investigación que se está desarrollando, aporta a la toma de decisiones con sustento empírico. Entrar en lo digital implica decisiones políticas, económicas e ideológicas y hasta psicológicas; cuestiones que es importante discutir. Atender todo esto es ambicioso, pero lograr al menos poner en agenda estos temas es un hito importantísimo que promueve esta experiencia. No solo en la medida en que se pueda salir de la pandemia, sino a futuro; en relación con, el ahora y en el futuro. Es decir, anticiparnos, aceptar los cambios, y crear un escenario novedoso, trazar una estrategia de desarrollo e inclusión social real y sustentable. El modelo de universidad que teníamos está cambiando.